viernes, julio 21

 Habrá más de mil momentos como este que no habrán existido nunca.

No habrá rastro en los papeles, en la memoria ni en el tiempo.

Porque no los recordaré.

Leeré esto que por entonces escribí sin saber cuándo ni qué me llevo a hacerlo.

Sin saber entonces  qué pensamiento o incertidumbre, qué velada nostalgia, qué nombre, qué ecuaciones vitales habitan en este instante mi cabeza.

Supondré que fue una noche, porque deduzco que para entonces seguiré con la tendencia de escribir más a esta hora, cuando el ruido se calla, y eso ayuda a que lo que me distrae son más ecos del adentro que sonidos de afuera, donde ahora solo parece existir el telón opaco del cielo.

Algún nombre que viene y va o que no quiere irse, y que no sé si será como los momentos, que al olvidarse, al borrarse del dibujo de la propia historia pasará a no haber existido nunca; si será alguna desventura que para entonces espero haber solucionado, cuando un día lea esto y no recuerde haberlo escrito.

Verano del 23.

No sé si está fecha prenderá luces que alumbren el álbum de fotos mental de lo que es a día de hoy mi vida, aunque ya a estas alturas del cuento, me consta que esos pequeños recuerdos que de cuando en cuando nos visitan desde ningún lugar haciendo escala hacia ningún lugar, más que fechas lo que alumbran son huellas de los pasos de un viaje solo de ida por las épocas de nuestra vida.

Hoy el mundo es inmenso, la vida extraña, y hago funambulismo a tientas sobre el oxímoron de encontrarme perdido.

Es un día raro. Quizá haya miles hasta que un día de pronto lea esto.

Sin saber qué día fue.

Sin reconocerme del todo en mis propias palabras, pero con una sensación similar a cuando tienes el pálpito de conocer de antes caras que antes no has visto nunca.

Ignoramos la mayoría de cosas e instantes precisos que nos hacen ser quien y como somos, y quedan subrayados, como resumen, solo aquellos renglones de la historia de nuestra vida marcados a tinta y fuego, como señales de luz en la bruma del tiempo.

Así que intuyo, solo intuyo porque no tengo pruebas, que mil noches como esta forjaron esa tendencia en mí, a tener noches como esta.

Esta noche de la que no me acordaré cuando un día (probablemente una noche), hojeando y ojeando mis escritos, encuentre estas palabras y haya olvidado que un día  escribí para recordarlas.

Y deduzca que como ahora, en otras probables noches parecidas, noches de insomnio nostálgico y palabras en los dedos, de versos atascados en poemas que no terminan de asomarse, estuve divagando, con la mirada perdida en la nada pensando un poco en todo.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran