viernes, marzo 9

Tu cabeza es como tu casa: cuando la ordenas parece otra.
Basta abrir algunas ventanas para que el aire parezca distinto. Sucede que en invierno, lo que se cuela es el frío.
Te encaprichas con trastos que guardas como con recuerdos que te despojan de sitio para otras cosas. Cuanto más tiempo pasa, más gruesa es la corteza de polvo que las cubre, y más tardas en limpiarlas.
En tu cabeza, como en tu casa, entra quien tú dejas entrar, pero a veces, por insistencia, como a uno de esos vendedores obstinados, terminas por abrir la puerta.
Les invitas a tomar algo y un rato se convierte en una época.
Hay aromas que se aferran a las paredes y que solo se desprenden con aromas más fuertes. Hay sonidos que, como fantasmas, reverberan hasta que cambias la música que te pones para recoger, para leer, para dormir, para después de despertarte, conseguir además levantarte.
Tu hogar no es un sitio, sino un estado que llevas dentro, como tu cabeza que llevas siempre, y que no cambia porque la cambies de lugar.
El corazón es un estado de la mente, un revolverse el pensamiento, una región cerebral con oficina de correos entre el estómago y el pecho.
El alma es una melodía de la mente emocional, un ritmo a veces raro de bailar en que los pasos hacen eco, un cajón de imágenes desordenadas, la metáfora de una marea imprevisible.
El corazón, como el viento, es invisible y su prueba también son las cosas al moverse, un mito de los ojos como espejo, un verbo de acción en que el cuerpo no siempre es suficiente.
El corazón es un truco de magia que hace aparecer y desaparecer la lluvia, una chistera de fondo infinito, un bastidor donde te cambias de traje, un amasijo de dudas y certezas.
Un hablador que guarda silencio.
Un observador que estalla en risas.
Un niño curtido en la batalla.
Un hombre que se olvida de jugar.
Un viejo sabio.
Un joven ingenuo.
Un idioma que como palabras usa latidos.
Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales,
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente,que con solo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas.
Que con solo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.

Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.

Hamlet Lima Quintana (1923 - 2002)
El tiempo no tiene antónimo: su ausencia es imposible.
Puede que sí.
Que los ojos sean el espejo del alma.
Lo que no tengo tan claro es si reflejan el alma de quien los lleva o el estado de quien los mira.
Si vengo cargado de paraguas, tal vez quiera ver lluvia para no perder el viaje.
Si traigo en mi espalda el desierto, acaso sean invisibles tus ríos y hojarascas, tus árboles caídos, los ecos que te habitan. 
Puede que sea un mito eso de los ojos, o que al leerlos nos percatemos de que lo escrito en ellos esté lleno de dobles sentidos, de entrelíneas, de moralejas subjetivas, de silencios que, sin avisar, cortan el hilo de una historia.
Puede, que a veces nos obstinemos en adaptar lo que leemos a lo que creíamos saber, a lo que, a fin de cuentas, queremos ver.
Anoche arreglamos el mundo.
Será que como olvidamos haberlo arreglado ahora vemos el mundo igual.
O es que el cambio se acabó al dormirnos y durante el sueño, todo volvió a como era.
Solucionamos toda guerra, solventamos toda deuda, despejamos toda duda, abrimos las gavetas de todos los silencios, confesamos pecados y glorias, espinas que quedaron de las rosas ya extinguidas.
Y es que no por mucho trasnochar amanece más tarde, ni es forzosamente pronto la primera luz del alba.
Anoche fueron dulces todas las certezas.
Prometimos lo improbable porque lo imposible no debe prometerse, resolvimos todas las incógnitas de toda ecuación no resuelta.
Anoche fuimos invencibles, soñadores de un mañana sin fin, elocuentes oradores de una filosofía infalible.
Moralejas felices de fábulas de bar.
Anoche fuimos música y baile, poetas y profetas, sed y saciedad.
Anoche cambiamos el mundo.
Y ahora que suena el teléfono y todo parece la vivencia de una vida remota, que las lagunas diluyen en el olvido eslabones entre recuerdos sueltos, ahora es aún pronto para saber hasta qué punto seremos nosotros a los que ha cambiado, o no, este mundo que, al menos a simple vista, parece seguir igual.
Lo queramos o no
Sólo tenemos tres alternativas:
El ayer, el presente y el mañana.
Y ni siquiera tres
Porque como dice el filósofo
El ayer es ayer
Nos pertenece sólo en el recuerdo:
A la rosa que ya se deshojó
No se le puede sacar otro pétalo.
Las cartas por jugar
Son solamente dos:
El presente y el día de mañana.
Y ni siquiera dos
Porque es un hecho bien establecido
Que el presente no existe
Sino en la medida en que se hace pasado
Y ya pasó...,
como la juventud.
En resumidas cuentas
Sólo nos va quedando el mañana:
Yo levanto mi copa
Por ese día que no llega nunca
Pero que es lo único
De lo que realmente disponemos.
Nicanor Parra (1914-2018)
Si me miras puede que te escuche más. 
Si me hablas quizá te vea mejor.
Si estás cerca será más fácil oler tus horizontes.
Si sé de tus caídas, podré aprender una manera distinta de volar.
Si te miro sabrás que no es solo mi presencia lo que hay de mí aquí.
Si te escucho, pero no solo con cara de escucharte, sin juicios ni prejuicios, con el silencio y la atención despiertos para saborear tus palabras, entenderás que a veces más, a veces menos, te entiendo.
Verás que también yo llevo en los pies alas y piedras.
Que el suelo que pisamos es el mismo, aunque difieran el peso de los pasos, y la forma de andar.
Brújulas cuyas agujas, para centrarse, deben a veces perder el norte.
Dos silencios marcan los límites de la vida.
Nosotros somos ruidos buscando ser música, y al bailar, dejar alguna huella.
Es extraño. Todos decimos saber más de lo que sabemos y ser menos frágiles de lo que somos.
Nadie nos la cuela y nada nos afecta.
Reconocemos menos la fragilidad adivinable que la experiencia indemostrable.
Corazas. Veo corazas. Y la primera en mi espejo.
Proclamando ser tan fuertes pulimos la corteza que nos solapa la debilidad.
Repetimos al oído ajeno nuestra entereza, nuestra seguridad, lo que sabemos.
No solemos reconocer lo que ignoramos.
Y es curioso. Porque está claro que hace falta gente lista, pero de lo que hay crisis es de sensibilidad. Si congeniamos es más por lo que somos, por una forma más o menos afín de ser lo mismo de forma distinta.
Donde hay escudos es que hay algo que defender.
Donde hay cortinas, es para tapar espejos que nos reflejen, que nos hagan visibles, que nos descubran.
Más seguro es no mostrarnos, conjugarnos con el verbo deber, calibrando las palabras y las poses, para parecernos a nuestra imagen más de lo que nuestra imagen debiera parecerse a nosotros.
El vaso a la mitad es una paradoja.
Está medio lleno.
Está medio vacío.
Igual de ciertas ambas verdades.
Y casi todas las verdades funcionan igual.
Lente específica y modo de mirar.
La mitad de lo que quieres ver es lo que no quieres ver.
El silencio es la otra mitad de la mitad que escuchas.
La simetría necesita polos.
La excepción necesita reglas.
Unos labios quietos son la divisoria entre una boca triste y una sonrisa.
Un parpadeo es el vaivén entre mirar y cerrar los ojos.
La interrogación es la frontera entre preguntas y respuestas.
El papel es el puente entre mi escribir y tu lectura.
A la hora de la verdad, hay tanto que es mentira.
Las promesas de estar que luego no están si no es para brindar, los cuenta conmigo pero justo ahora me coges en mal momento para contar, los abrazos que se vuelven hologramas, lo incondicional cuya condición es que mantengas el humor al que acostumbras.
La demagogia empática de la red social que fuera de las pantallas se vuelve humo.
La multitud que corre junta bajo el sol y se guarece al primer atisbo de lluvia.
Ojalá todos los versos fueran happy ending, atracón de perdices, un atreverse a preguntar un simple qué tal, sin miedo a que la respuesta sea un no tan bien como otros días.
Lo mejor son las sorpresas de quien no esperabas, lo peor, el silencio donde esperabas una voz.

lunes, marzo 5

CLUSTER HEADACHE
Parece que el pecho es espacio insuficiente y entonces el corazón busca para latir la sien, y de la sien una vena ínfima se convierte en un río inmenso donde las pulsaciones son una corriente imparable y atronadora que arrastra pesadas piedras como agujas desde el pómulo hasta el cuello.
Y ahí, como un eco grave y lento en irse resiste los embistes del oxígeno y la química, los poco poéticos nombres de triptanos y melatoninas.
El silogismo es a la lógica lo que la ecuación a la matemática.
Todo está hecho de tiempo.
Y el tiempo se va.
Por tanto si el dolor está hecho de tiempo.
Entonces el dolor se va.
Porque ya se fue otras veces.

 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran