martes, septiembre 9

Atlas


Te obstinas con frecuencia en cargar el peso de las nubes sobre tus hombros, en separar el cielo que contemplas de la tierra que pisas, y confundir, por tanto, caer con volar, querer con soñar.

Has nacido mil veces para vivir y morir solo una, has sido capaz de llenar horas con vacío y segundos con perennidad, has roto el hielo y has temblado de frío para aprender que lo único que no se consume es el tiempo que nos consume. Incluso las estrellas que miras ya dejaron de estar, incluso el presente está dejando de suceder, incluso estas palabras que leerás siempre ahora, ya fueron escritas.

Apenas renglones

Lo bueno de lo malo es que el tiempo pasa; 
lo malo de lo bueno es que el tiempo vuela. 







Me abruma lo que se me acerca tanto como me atrae lo que se me resiste.

Droga

Tu cuerpo es droga,
me seduce, me atormenta,
me desvela, me alimenta.
Tu cuerpo es duda,
me huye, me invade,
me ciega, me evade.
Tu cuerpo es mío,
 tu alma del ayer

Cierta melancolía

Sin ayer no eres nada, pero solo de ayer no se puede vivir. Tal vez no tenga mucho futuro un presente que se sustenta únicamente en vivencias comunes si no hay experiencias nuevas. Quizá se va diluyendo el entusiasmo mientras revuelves cajones cerrados si no comienzas a llenar cajones vacíos con probables recuerdos para el mañana, si empiezas a asimilar que ya las palabras cuestan, que los silencios se eternizan, que las almas gemelas se han vuelto irreconocibles, que los caminos que tanto se cruzaban siguen llevando al mismo fin, pero se han vuelto líneas paralelas.
Sabes que sentir no se fuerza, sabes que no puedes anclarte a nada ni a nadie pensando solo en todo lo vivido en común si ya no sientes estar viviendo nada (como si caminaras por un hilo que siempre conduce a una vuelta atrás ), si ya has dejado de reconocerte en algunas voces reconocibles, en miradas que antes bastaban y que ahora son bocas mudas.

Sabes que sentir no se fuerza, que a veces desearías evitarlo, y también que tantas veces pensar con la cabeza es engañarte si la sensación sigue siendo más fuerte que todo aquello que te repites: que hay presencias que se han vuelto ausentes, que hay nombres a los que solo te unen historias del pasado, y que no puedes vivir solo de eso, de retomar continuamente recuerdos, de tener un ayer en común, si sientes que ya no hay nada en común.

Contradicciones

¿Cuántas veces al tomar distancia
viste el por qué de las cosas más cerca?
Y a veces el cómo.

¿Cuántas veces quebraste
al nombrarlo el silencio?
Y a veces el miedo.

¿Cuántas veces tu cabeza
se nubló de corazón?
Y a veces de prisa.

¿Cuántos ojos 
te hablaron tanto?

¡Y cuántas veces!

Una estación

Nuestra propia memoria juega al escondite con nosotros. Dentro de un hueco hay otro hueco, y dentro de este mil cajones repletos de olores, canciones y fotografías. Y hoy sales tú, sin tu nombre que se ha ido, con tu mirada azul y una rebeca gris que quizás nunca fue gris. Resulta extraño comprobar cómo en la memoria dibujamos los rostros empezando siempre por las miradas.
  Nunca nos veremos otra vez, o quizás en otra estación cualquiera no nos reconozcamos, tal vez entonces pasemos de largo, sin tentarnos a parar.
Puede que no, que en un instante nos miremos a los ojos y nos agite esa sensación de que esos ojos se han mirado antes, pero no más.

Principio de verano, recién nacido siglo, algún lugar de Escocia. Desconozco en que cajón de mi memoria residen tus ojos, ignoro que estímulo les ha dado vida, por qué hoy, que no hay nada evocador, regresas a mi recuerdo, para irte otra vez a dormir durante un tiempo indefinido, como te fuiste todo estos años, como dos seres que se encuentran cuando se buscaban a sí mismos y siguen de largo, cada uno en su tren, cada uno hacia su próxima estación. 
O tal vez quedarnos un día más.
Porque tus ojos me seducen, porque mis ojos te tientan.


Mirar la tarde

Colgaste de las paredes fotografías que luego apenas mirarías. 
Y sin embargo notabas su hueco apenas faltaban, 
como si entre respirar y respirar te faltara un latido, 
como todo lo que no percibes estar pero cuya ausencia se nota al instante.
Y ahora te vas, y comprendes que tal vez estaban ahí para detonar en el presente instantes que guardados dormían en cada entonces, y asimilas todo lo que puebla el hueco que dejan en las paredes, ese contraste con las franjas de pared desnuda que ahora descubres que se han vuelto amarillas, del humo, de la vida, de tantas veces mirarlas sin verlas, de tantas otras perderte en sus paisajes que siempre son paisajes de algún ayer.
 Y ahora te vas, y descubres que irse es volver a llenar los cajones de aire, dejar que el polvo reconquiste su imperio silencioso, cerrar la puerta y partir en busca de otra ventana desde la que mirar la tarde.
El tiempo hará como si no hubieras estado aquí, llenará el territorio de las paredes con a desnudez otras risas, con otros sueños, con otras nostalgias que se descuelgan solas,, dibujará en la baranda la silueta de otro alguien que mira la misma tarde que es otra.

Quizás esa es la imagen del presente: la silueta de alguien que sin prisa mira la tarde, sea ahora, sea mañana, o sea en una de esas fotografías que siempre hablan de ayer, que solas se descuelgan de las paredes recordándote que quizás este instante sea también una fotografía que mañana mirarás mientras se duerme la tarde.


Sé más grande


que tu amor,


nunca


más pequeño.


Espero que no sea


tarde cuando lo entiendas,


espero que no me des


la razón nunca.


























Desnudarse es vestirse de cuerpo.

Un paso en la lluvia

Sombra que se diluye,
 tragada por tus propios pasos
 que ondean la calma de un
pequeño mar de lluvia

Viseras contra el brillo de la luna

No hay nada más peligroso que la ignorancia activa - Göethe

Hay ahora una tendencia juvenil a convertirse en perdonavidas, a dejar por donde quiera que vayan la noticia de su llegada, hay una costumbre creciente a ser hormigas en soledad y verdugos en compañía,  a llevar peinados que parecen inspirados en esos garabatos que en el colegio dibujaban los niños que, aunque no lo sepan, aún no han dejado de ser, sin razón, sin cultura ni cordura, sin madurez.
Son los aniquiladores del respeto, del silencio, les gusta hacer saber al prójimo qué música llevan en todo momento en sus cohetes de cuatro ruedas, buscando la semilla de la violencia gratuita en una simple mirada, en un simple gesto, en simplemente ir andando y... pasar por la calle que es de ellos.
Un día retarán a la lluvia porque moja, al viento porque se lleva sus gorras, su emblema, su amuleto, al cielo porque es azul, y si no porque es negro. Son como abejas que aisladas del enjambre pierden su aguijón, si una se posa sobre ti, vendrán todas detrás, sin saber, sin preguntar.
Buscan, siempre, estar con alguien para ser alguien, les está prohibida cualquier palabra que pueda delatar un atisbo de belleza, de poesía, de amistad, de amor, son el eslabón perdido de una educación que los que nacimos un poco antes mayoritariamente conservamos,  y su forma de ser ya se ha convertido en una forma de vivir, de actuar de hablar, de caminar por un mundo que creen suyo y que un día se desmoronará, entonces sus viseras no podrán defenderles del brillo de la luna.
Sólo espero que sea esta la primera y última vez que mis palabras les

dedican su aire, su tinta, su tiempo.

6 verbos

Estar contigo:
 mejor manera de estar
 bien conmigo.

Tenerte:
único bálsamo
para tu ausencia.

Soñarte:
único desvelo
de mis ojos cansados.

Mirarte:
desconsuelo de mis ojos

que te abrazan.

Días de lluvia


Días como estos, en que el caer de la lluvia se dilata hasta parecer que siempre estuvo lloviendo y que siempre lloverá, traen algún rencuentro con fotografías del ayer, dejan algún que otro mirar por la ventana, esa misma ventana a través de la cual, al llegar aquí, te imaginabas mirando cada tarde dormirse.
Días como estos, en que el caer de las gotas baila sobre los techos su danza de pasos infinitos, te hacen enfrentarte a algún que otro caótico cajón siempre por ordenar, y acabas en el fondo, ordenando recuerdos dormidos.
Días como estos, en que grietas de luz en el cielo presagian la inminente presencia de truenos, rescatas canciones guardadas que marcaron tus instantes, pensando, tal vez sin saber que lo piensas, que el pasado no para de crecer, y que en tanto recuerdo dormido, estás tú tan presente.

Tus ojos mirándote a los ojos

Cada mañana el espejo te mostrará tus ojos mirándote a los ojos. La mayoría de esas mañanas pasarás tu mirada por alto, pensarás “otro día”, o ni siquiera pensarás. Llevarás a cabo el mecánico gesto de acariciar tu cara con el agua fría que corre como el tiempo, transparente, imparable, intentando borrar de tu despertar resquicios de toda pereza, como si se hubiera convertido en normal el hecho de estar por acá, como si el asombro y la curiosidad se hubieran diluido en el agua.
Cada mañana te levantarás contigo, cada día, deberás decirle a esos ojos que te miran “estoy ahí”, debes decirles “me quiero”, soy una esponja y un témpano, soy experiencia e ignorancia, hábito y perplejidad, soy imperfecto, pero tengo un hambre atroz por vivir, por comerme el mundo y dejar que me coma, por descubrir las infinitas incertidumbres que quizás depare la rutina.




La prisa de la brisa

No será suficiente con que estés
pero si necesario,
no será la noche infinita
pero si mi sueño incompleto.
                     
No será el reloj lo que congeles
pero si los tambores de tu ausencia,
no será mi alma la misma
pero si mis ojos lo de ayer.

No será la extrañeza
de volver a vernos
más que una brisa.

Pero si habrá, al menos,
cierta prisa por compensar

el tiempo en que no estabas.

Escribir

Hay días en que escribir es un verbo desierto, en que no encuentras palabra alguna porque pareces haberlas perdido todas, y entonces intentas escribir sobre esos días en que escribir es un verbo desierto, como si desperezando algún vocablo comenzará el despertar de una cadena de versos, como buscando fuera de ti algo tan propio, como si, a tientas, en una bruma con mil interruptores, tocaras justo los espacios de piedra que los separan.
Hay días en que escribir es como contemplar palabras incompatibles bailando en pareja una danza sin música, como desde un cristal, sin poder bailar con ellas, sin ser capaz de darles un ritmo con que ordenar su desorden.
Hay días que las palabras vienen solas, hay días que las buscas en tus propios confines, hay días en que no están, porque se han ido, y otros en que parece como si nunca hubieran estado, días en que te estremecen y otros en que todo lo que te dicen es nada, días en que tropiezan y días en que estallan, días en que reflejan un mundo y días en que resultan en algo así como querer explicar, con una ínfima porción de polvo de una minúscula estrella, todo un universo.

Jueves, viernes... otoño

Lunes, martes, miércoles………..invierno, Las estaciones parecen días, y los días se atenúan hasta que muchos terminan por no haber existido nunca, como una gota entre mil escarchando tu ventana. Frío, calor, rutina y perplejidad, tú eres el eje, tú eres la sombra y el sol, el amor y las preguntas, el anhelo y las respuestas. El viento es el mismo, somos distintos en la huella que nos deja, en cómo silba y baila, entre los dedos, entre las almas. El sol es el mismo, los ojos no, el horizonte es igual, pero los sueños distintos. El tiempo es el mismo, pero no corre igual.

Gracias


Comienzas a irte, me lo dicen tus ojos. Preparas la despedida, a tu edad es imposible engañarse, a mi edad es muy probable que suceda. A mi edad tengo un mundo por comerme y que me coma, a tu edad ya has digerido todos los naufragios, todos los amores, toda la sabiduría, todas las lluvias, todos los abrazos del mundo para que de niño y de hombre mi mundo fueran tus brazos.
Supongo que a mi edad el carpe diem debe ser casi una religión, y que a la tuya comprendamos que las frases hechas tienen una segunda parte que a mi edad no queremos conocer, pero sin ellas quizás no podemos vivir lo que con palabras queremos decir.
Ojalá me equivoque, pero a tu edad y a la mía, sabemos que hay ilusiones imposibles….como no morir.
Pero a tu edad y la mía sabemos que no te irás, que cuando te vas te quedas de otra forma, moviéndote ante unos ojos que no miran para afuera, bailando libres de la edad tus piernas, intacto el mundo que ahora, que siempre, me ha mirado desde tus ojos azules, desde el mar de mi descanso.
No son presagio estas palabras, son reflejo de lo inevitable, de una sensación inefable e indiscutible, de palabras de tus ojos que no quiero escuchar, pero que tú has comenzado a decir.
Mis palabras nunca harán justicia a tu calor, ni ahora ni después, quizás las póstumas gratitudes sean más fáciles, y creo que gracias es lo que debí decirte siempre, ahora y todos los días hacia atrás.

Las gratitudes póstumas implican adiós, y yo no puedo decirlo……….porque no te irás nunca.

El coloquio de las cejas

Ojos que no ven, corazón que no siente, pero sólo si los oídos no abarcan, si por un descuido de las lenguas incautas, o por una rendija de la intuición, o por un silencio poblado de instantes en que antes había palabras, se sabe lo que no deja de ocurrir aunque los ojos no vean, si con el alma se sabe aunque las voces no digan.
Ojos que no ven, corazón que no siente: el lema de Judas.
Ojos que no ven, corazón que no siente...solo si no hay corazones más rápidos que el silencio.

Apenas renglones



El aprendizaje es como una poción cuyo sabor no percibes mientras bebes, sino tiempo después.












El horizonte siempre tiene algo más allá: más horizonte.












El amor es acaso algo suspendido entre medio de aquello que vuelves complejo no siéndolo tanto, y aquello otro que no es tan simple como parece.





 

El azar de una calle cualquiera

No te conozco. 
No me conoces.
 Ahora soy solo letras, y tú unos ojos que leen, y dentro de esos ojos un mundo que puede no rozar siquiera la órbita del andar de ese mundo que  también yo soy fuera de las letras. Quizás mañana, quizás nunca, nos crucemos en el azar de una calle cualquiera sin saber que somos nosotros: yo esas letras que no aparento; tú esos  ojos que nunca he visto. 
Aunque me leas ahora, siempre será inevitable que yo escribí antes. Pero eso no importa, porque aquí no hay tiempo. En este instante estamos unidos por las palabras, luego la vida sigue.
Da igual que vuelen segundos, que dancen las horas, que el tiempo inmenso se atenúe… cuando leas esto, estaremos hablando tú y yo. Estaremos hablando en silencio. Da igual que no nos reconozcamos mañana, que nunca sepamos quienes somos, que jamás nos crucemos.
Quizá sea mejor así. Sin tú saber si yo sería ese rostro inquieto que busca escaparates de cosas que no se compran, o ese hombre sentado en un banco esperando a la esperanza, puede que ese andar precipitado que siempre llega tarde a ninguna parte. O tal vez quien te ha pedido la hora hace unos minutos.
Quizá sea mejor así. Sin yo saber, si eres acaso ese cabello negro cuyo paraguas le ha robado el viento, o ese rostro aún por despertar que me mira sin verme, o simplemente, nadie con quien me vaya a cruzar esta tarde de otoño.
Da igual mientras leas esto, no importa que sea después, mañana o entonces.
Da igual dónde esté yo, que no sepa que ahora me lees, da igual cuál de todos esos mundos que se cruzan en el azar de una calle cualquiera.
No habremos eliminado el tiempo, pero lo habremos engañado, distraído al menos un poco, porque siempre que leas esto, lo estarás leyendo en este instante.



                             

Noticias de mí

Tener la paciencia del alfarero, recorrer con mis manos tu cuerpo como si lo estuviera creando.
No pensar en el tiempo, sentir que ha pasado de largo mientras me muero de insomnio entre tus brazos, indagar rincones de tu piel donde mis dedos no han viajado, que ni un poro de tus parpados dormidos se quede sin la tiritante huella de mis labios.

Vivir un día en que no venga la noche, que dure más tiempo que un día, que años, que al despegarte sigas sintiendo mi abrazo, que al evadirte mis caricias te lleven de viaje, que tu olvido nunca tenga noticias de mí.

El reloj dormido

El tiempo es como un dios inmóvil. Tal vez el único que existe, la única regla para la que todos somos iguales. El tiempo es como un dios inmóvil.....decía.
¿O es que aún no has sentido que el que avanzas eres tú? Todo esto ya estaba cuando llegaste, y seguirá sin moverse cuando te vayas.
A priori no comprendes, ni te importa, toda esa incertidumbre; luego, después de atesorar todas palabras, metáforas e ingenios, después de haber conocido los calendarios que paren efemérides, las manecillas que desconocen el silencio, la clepsidra robando el agua a los segundos, la arena cayendo en silencio de un cristal a otro, te das cuenta que el tiempo sigue igual, que cada cierto intervalo vuelve a nevar, que otra vez llega un punto en que las visitas de Apolo son más frecuentes que las de Morfeo, y lo llamamos verano.

Tal vez el tiempo es el único dios que existe, y la memoria.......la única manera de rezar.

Caligrama

EL


        RECUERDO
 

        ES


TODO AQUELLO


QUE NO C
                     A
                          E


                                                                                                            EN
                                                                                                                                              EL 
                                                                                                                                                   ol
                                                                                                                                                       vi 
                                                                                                                                                                                                         do

lunes, septiembre 8

Album de fotos

La mirada, si te fijas bien, es la misma. Lo que ocurre es que en las fotos puedes mirar tus propios ojos detenidamente, tanteando ese atisbo de búsqueda, o quizás de expectativa. Lo que cambia es cierto matiz, algún boceto de arruga aún por trazar, alguna pregunta que acompaña o es seguida por la mirada, esa constante búsqueda, esa incesante espera. Pero, ¿y tus ojos- son los mismos - que miran al niño- que con sus ojos- mira los tuyos? ¿Hasta qué punto eres tú y ya no? Por un instante hasta se te ocurre que te sacaste esa foto para mirarte desde ella treinta años después. Hay algo en tus ojos que se parece a ti, algo de los sueños que aún tienes y nada de desesperanzas que aún no conocías, una antesala de tu propia biografía. Tal vez sea eso en lo que tus ojos no han cambiado, esa suerte de bosquejo de ti mismo que se intuye en el fondo de tu mirada.

Escuchar con las pupilas

O tocamos el infinito
o pisamos el abismo,
o nos posamos
con la misma facilidad
que nuestras alas comprenderían,
ser brazos perennes
que escudriñan el más allá,
para encontrarse cada vez más
en este acá tan cerca.

Y escuchar con las pupilas
la certeza más fiable
en ese laberinto de verdades
que se mienten en el espejo,
donde siempre resultó más fácil
decir  tropecé
que vuela conmigo.

Hasta el final incierto,
que aunque no queramos,
o no queramos creer
está más cerca que nosotros,
por hacer más caso a susurros
que a parpadeos.


Seres de tiempo

Vivimos en una guerra,
nuestro enemigo es el tiempo
que lucha con agujas,
vivimos llenando el intersticio
entre paso y paso de las agujas,
matando el tiempo
que nunca se muere.

Vivimos en la tregua
de no pensar el uno en el otro
hasta que llegue el momento,
de saber que nuestro tiempo
no es nuestro,
sino que nosotros somos del tiempo.

Vivimos las horas
como única manera
de no tener
que pensar en ellas,
como forma de acostumbrarse,
vivimos sacando grandeza,

de pequeños instantes.

Rebelión disuelta

De esas mañanas en que el espejo, a la altura de los ojos, alza una mirada escrutadora que parece estar esperando que llegues y te reconozcas. De esas mañanas en que los ojos no están para preguntarse qué carajo expresan, si acaso a esta hora nomás están aún semisoñando, se miran, se ignoran, como desconocidos de hace tiempo.

 De esas mañanas de secreta rebelión contra lo cotidiano, rebelión ahogada con el agua que corre por la cara, disolviendo el desafío contra la rutina... hasta mañana.

Rutina compartida

Ya no hay amor entre ella y él, tan sólo una rutina compartida, el recelo de romper, más complejo que la corazonada irracional de comenzar, el exilio de Eros a la perpetua prisión del olvido de estremecerse de los
sentimientos. Besos, abrazos maquinales, sexo, el largo etcétera de pasión tornada reloj…. como el agua:
sin sabor, sin aroma. Sin fuego.
Julieta anhela bajar por fin del balcón para caminar por el ancho mundo y Romeo desviar su mirada del cielo, para seguir buscando estrellas por la tierra a la que descendió la figura que le tapaba el cielo desde la baranda.
Ya las pupilas no parecen ser presas de un leve temblor iridiscente, se quebró el hilo que tejía nudos en la
garganta. Aparecen otros cuerpos cuyo deseo les atrae como un imán de piel y alma, pero callan, y saben pero llevan a cabo, el inconsciente juego de ignorar que la palabra resultado de ponerle a Roma un espejo delante no puede volver tras marcharse, otra vez vestida con el mismo cuerpo, que son dos eslabones unidos por la cadena de la ritual y cotidiana conjunción de los cuerpos, de un placer que empieza y termina pero ya no continúa después, como antes.
La cara de ella es una poesía que germina súbitamente del silencio que puebla su cara cuando está con él. El creía que conquistarla era flor de un día, y que luego no debía hacer más, ignora que hay que conquistarla otra vez cada día, que lo más difícil no es llegar, sino permanecer.

Y así, en el silencio que comparten, se ahoga el eco de la palabra fin.

De noche

Hombros de plástico
ocupando el lugar 
en que mañana la cabeza
se apoyará en el vacío,
momentos en que decir te quiero
es  una costumbre de la lengua
que aflora a esta misma hora,
tal día como hoy, 
como un capricho del reloj.
                                                                  
Jugar a creer  que nos creemos,
todas esas promesas
de manos en el fuego,
y seguir sin ver brazos,
                con huellas de ceniza

El silencio habla

Quien mantiene el silencio para solapar una verdad que dolería ignora que a veces no hay señal más inequívoca que la propia elocuencia de algunos silencios, que miradas fugaces que cree que nadie percibe, para forjar la certeza en quien supuestamente "ignora" lo que ocurre, de que efectivamente ocurre algo. Adquiere el saber de que hay algo que no sabe, una intuición casi infalible. No tiene sentido que te cierren los ojos, si no hay algo a lo que no debes mirar...

Un caracol en medio de la prisa

Tu cabeza puede ser el todo y la nada, puede ser la tempestad en una gota de agua o un caracol en medio de la prisa.
Tu corazón, sin embargo,  es un universo donde las distancias son infinitas y las señales duermen su eclipse sin apagarse, donde el amor es la órbita y el caos, donde las cosas que ves ahora solo iluminan los dibujos de tu ayer.
El ayer siempre acaba en este instante, que es ahora.
           

Si no hay miedo a la distancia como concebir la certeza de un abrazo, si no hay tus besos, cómo concebir cierto anhelo en mis versos.

Respuestas en círculo

Nosotros nunca cesamos de aprender. A veces lo que sucede es que dejamos de comprender. No hay que conformarse con saber cómo flotamos en el espacio sin girar nuestro cuerpo mientras gira este mundo extraño, hay que asombrarse más allá de la rutina ciega, de las respuestas repetidísimas a preguntas que nadie hace. No basta con saber que los seres se ansían, se buscan, se acercan, se alejan, sino que hay que aprender que el sentido está en no terminar de comprender nunca nada, para seguir buscando siempre certezas por ti mismo, señales propias lo que ya estaba dicho.
No existe táctica perfecta. Incluso la ironía acaba por tener sus puntos flacos. O ridiculiza lo que aborreces o disfraza de risas lo que necesitas, lo que al final no te provee de lo que necesitas.

Cmo Icaro

No buscaré encontrarte. Cuando suceda intentaré hablarte como antes, cuando tú ni sospechabas, cuando yo me contenía, cuando sellaba la boca de mi adentro para que mi voz hablara de cualquier otra cosa.
Será difícil supongo, que mis ojos te escuchen como si afuera no hubiera pasado nada, mientras adentro sigue ocurriendo todo. Como Ícaro, buscando un resquicio por el que llegar dentro de ti, como una espera espiral cuyo trazo es el ansia.
Debo ser un rostro tranquilo en el espejo, pulido con piezas rotas de pura tempestad.
El corazón es un jardín que siempre llevas contigo, cuyas raíces perviven aunque los colores se mustien.

Sé que todo es igual, menos este jardín que se opaca, esperando la lluvia de tus besos. 

Mirar atrás

Soy todo lo que he vivido hasta ahora, mis naufragios y mis huellas, mis decepciones y mis descubrimientos. Nunca soy un mañana, aunque piense en mañana. No puedo ser algo que aún no he sido.



Lo ideal


Lo ideal sería que yo me desdoblara, que tú fueras esa parte de mí que para compensar los atardeceres prefiriese los charcos de lluvia. Pero tu ideal es tal vez que otras pupilas miren, junto a las tuyas, más gotas de invierno. Lo ideal sería que mi ideal no choque con el tuyo, y quizás más importante, que tu ideal no choque con el mío. Te hablo de después, de más allá de esta ciega fiebre inicial en que cualquier caricia es el amor, o más bien, parece el amor. Te hablo de ese tránsito inmediato e imperceptible en que ya sabemos si yo soy yo, si tú eres tú, o esas ilusiones de lo que esperábamos que cada uno fuera.

                    

1 + 1= 3

La mejor manera para que tres personas sepan algo es que una primera se lo diga a una segunda.

Cambiar una letra (2)

No te miento si te digo que te siento. En el centro de aquí dentro. Podemos jugar a jurar que te quiero. A veces quererte como loco es cesar  de quererme un poco. Tensando como un arma loca lo que sigue pensando mi alma por mi boca: que me da valor tu calor. 

Como si nunca

Puede que vivamos más de los días como hoy, que de todos aquellos días que planeamos.
Tal vez nos dicen más los espacios en blanco entre palabras que quieren decir algo que las propias palabras que sólo dicen palabras.
Dedicar el poco tiempo que ocupan dos de tus palabras a decir no quiero es dedicar ese tiempo a decir quiero. Hola es un abrazo, y adiós decir te vas a un abrazo, que se presenta .
Te quiero, y mientras escribo estas palabras, lo que te quiero se escapa para siempre, para nunca, aunque  al final te abrace, te tenga, como si nunca. 

                                       

Palabras nomás

Sueles decir que sé reflejar mis sentimientos en palabras, y yo no dejo de insistir en que las palabras son miniaturas, en que cuanto más crees que expreso, más se queda por expresar. Cuánto más precisas alcanzan a ser las palabras, más se acentúa esa sensación de todo lo que no abarcan. Más te quiero a más decirlo, y no por decirlo se va. Digo adiós, y el aire que en mi boca se revuelve para decir esa palabra, no se lleva las nostalgias y la incertidumbre de la despedida. Me alegro más de verte que mi cara, me duele más perderte que a mis ojos. Me siento vacío, es verdad, me siento pleno, también lo es……
En el limpio espejo puedes ver tu rostro, pero tu reflejo no late. Es como decirte que  no se trata de expresar, sino de transmitir.

Palabras. No más.

Buenas noches, dijo el sol

Bocas que piden consejo, son luego oídos que no te escuchan. Sus problemas son inmensos, los tuyos solo trabas. Cálmate, te dicen los inquietos, déjame te dicen los pesados, quiéreme te dice lo fácil, olvídame te dice lo que quieres. Buenas noches... dijo el Sol.

Gestos transparentes

Hubo un porqué. Acaso se perdió. O no hubo siquiera que buscarlo. Puede que estas no fueran las palabras precisas para esta hoja en blanco. Los pasos son así, aunque huellas en la orilla por un mar borradas, se dieron alguna vez, alguna vez sucedieron. Puedes disimularlas, pero eso no impide que ya estuvieras ahí.

Eso que llaman destino no está ahí cuando uno llega, como esperando desde siempre o después de nunca, acude cuando uno recuerda tal palabra, tal gesto, tal mirada. Entonces cada destello parece una señal y cada señal un empuje. También sucede estar como mirando otro horizonte y no ver más allá, y entonces escaparse mil señales que nunca percibiste, de las que tuviste noción cuando ya no lo eran.


A veces no hay que complicar las palabras, a veces hay que ser un desertor de la estética y ser sólo un espejo del alma, llenarse de tropiezos y de gloria, no cesar de buscar miel en el conformismo y en la rebelión, ansiar el silencio helado y a veces querer no escuchar nada, entenderse con un lenguaje de gestos transparentes.
Nuestro destino se basa en haber tomado o no, en cierto momento, una u otra dirección, y sólo con el tiempo descubrir que eso nos ha llevado a donde estamos ahora, y no descubrir jamás adonde hubiéramos llegado de haber tomado otra decisión.




Las cosas.........
De tanto verlas
dejar de verlas.
De tanto tenerlas
dejar de cuidarlas:
eso es la rutina.




La felicidad puede esconderse bajo lágrimas, pero la tristeza no puede disfrazarse con sonrisas.




Ser fiel es un sentimiento distinto de cualquier otro. Se lo demuestras a alguien que no está presente, cuando no está delante.




El pasado y el futuro son sólo formas de nombrar al tiempo.......que siempre está presente.



Lo bueno de lo malo es que el tiempo pasa; 
lo malo de lo bueno es que el tiempo vuela. 
Me abruma lo que se me acerca tanto como me atrae lo que se me resiste.



Todo lo que empieza puede terminar.
Pero.......¿como terminar con algo que no comienza?




A veces un ideal se diluye cuando se hace real,
a veces lo imprevisible desprende una certeza que no esperabas,
a veces lo que sucede ahora se convertirá en un pasado que recordarás todo el futuro.




Somos la tinta con la que el tiempo escribe nuestra propia historia.




No sólo hay que creer que todo es posible. Hay que aprender a convivir con lo imposible.




Supongo que es lógico que juzguemos algo en base a lo que sabemos sobre eso. El problema es que mucho podría explicarse por lo muchísimo que no sabemos.




Hay que cometer inmensos tropiezos para fraguar tus mejores aciertos.

Cambiar una letra (1)

Siento, y no miento, que luego seré fuego, que quiero la miel de tu piel, que a veces huelo el suelo, al caer del cielo de tu mirada de hielo.  Me abraso buscando tu abrazo. Hoy sólo soy, dueño de un sueño, sólo eso sólo eco,  el rastro de mi voz nombrándote a vos. 

Lectura para los ojos




Una mano llena de sábana vacía

La soledad es otra cosa. Está llena de mitos, del placer que da a veces no dar explicaciones, de no encontrar tiempo para diseñar horarios. Está llena de compañías efímeras, de no saber que día ni que nombre amaneció a  tu lado un pelo dorado, unos ojos verdes, negros o cerrados,  una piel tersa o simplemente nadie, o simplemente un hueco con tu mano llena de  sábana vacía.
Está llena de revolverse, en ese tránsito impreciso entre seguir dormido y despertarse, para ejecutar la costumbre de abarcar el mundo de tu cama… y hay alguien.
Está llena de abrazar algo que sueñas y al despertar…. no hay nadie.
La soledad está llena de tiempo que no corre. La soledad está llena de tiempo que pasa como si nada. La soledad está llena de tiempo que pesa más que todo. El tiempo es tan rápido que nunca estuvo y tan lento que ha estado siempre.

 Está llena de palabras que llenan tiempo pero también de conversaciones con el silencio, de estar lo más cerca posible de alguien a ser dos seres extraños sobre una sabana común, de no sabemos quienes somos y ya llegamos al final, porque hay historias cuyo principio es terminar, y de historias que nunca empezaron y debieron ser interminables, de nostalgias sobre todo los domingos por la tarde.

Procastinar

Mañana es el día perfecto para que llegue lo que esperas, para que tus sueños sobrevivan al naufragio, para  que las ausencias se pueblen de un cuerpo tangible, mañana será el culmen de algo.
Pero mañana......siempre mañana. Siempre posponiendo la mirada, la llamada, el viaje, el arriesgarse a por lo menos desmentir si es mentira el destino. Mañana tal vez... .
Imaginas el abrazo que luego le darías al aire consumiendo el tiempo que te consume en cómo vivir con lo que te llega, en cómo ser transparente, cómo parecerte a todo lo que sientes, cómo plasmar tus latidos, tu biografía, en las pupilas.
Tiempo para darle al tiempo que en realidad te estás quitando, sin hacer nada, ese tiempo que al final se va sin dejar nada, llevándose cada segundo que no viviste. Tiempo vacío, vacío porque no se llena con nada, con nada que no sea recordar, que no sea un mero reflejo cotidiano, un caminar por tu vieja calle sin detener la mirada en el parque en que jugabas a que el tiempo no existía, y al percatarte, un día, ya no está. Ahora hay un café, una librería, una casa, apenas piedras.

Seguir, seguir como si nada rumbo al café de siempre, donde acaso con los años estará la entrada de otro parque, abrir el periódico y pensar -sólo pensar porque no puedes recordarlo-, la de noticias que habrás leído, la de años que habrás ejecutado esa misma acción: sentarte, decir café con leche, leer sobre el mundo desde la misma mesa, jactándote de conocer la explicación de todo. Pero no conoce el mar quien no lo cruza, quien se sienta a analizar la vida sin vivirla, sin naufragar y sin despegar, quieto como un reloj, un reloj que cuenta el tiempo, quieto por fuera, por dentro latiendo. Tic-tac.
Escritos sin fecha...Reabrir carpetas sobrepobladas de papeles que han sido testigos mudos del polvo. Encontrarme con renglones de un ayer sin fecha precisa, abrumado por como se parece a hoy.
Escéptico de los presagios, incrédulo de la casualidad.parece como si yo mismo me hubiese enviado un mensaje.
Poco hay aquí hasta ahora escrito en los últimos días.Casi todo anterior a estas redes, y sin embargo, parece que los relojes de papel caminan en vez de volar, que el tiempo entre tinta no sigue el mismo ritmo que el tiempo de mis pasos. Parece que ha llegado antes que yo y se ha sentado... a esperarme.
Para que miles de vueltas de agujas después me rencuentre sentado en un banco... esperándome.
Esperándome para ver cuánto he cambiado desde entonces, de hoy en adetrás, qué han hecho de mí el naufragio y el almíbar, hasta qué punto me enseñó a querer el desamor, cómo aprendí a dar abrazos diciendo adiós,como sangré palabras en tiempo de ser mudo, y como callé esperando...esperando el momento impreciso.
Esperándome para decirme cuántas cosas no han cambiado.

Esperándome para decirme "ahora que has llegado, ya podemos andar y escribir de hoy en adelante"

Dejarse llevar

Es muy fácil hablar opinando lo mismo que oyes. Es más cómodo no confirmar las cosas, darlas por reflexionadas, por mascadas cuando te llegan, menos  arduo sopesar lo que has oído con lo que ves, que fundar tu base en lo que dicen los sentidos, es más fácil ser un eco del mismo mensaje con otro tono, que ser una voz propia y distinta.
Es más fácil el resumen que el instante que derriba ese resumen, claro: hay que pensar menos, lo cual es mejor……dicen.
 Es más fácil, mucho más fácil, decir esto de otra manera, más fácil ser parte de un murmullo que provocarlo, que hacerlo brotar.
Es muy fácil preguntar teniendo la respuesta que quieres oír, y pensar que quien miente es la respuesta, y no esa idea tuya tan poco tuya que aprehendiste del murmullo que soplaba tus oídos ciegos, como novelas vendidas sin haberse escrito.
Es tan fácil……….es tan fácil que tienta dejarse seducir. 

Eternefímero o efimeterno

Dudo en cómo llamar a los instantes que parecen sin fin, a la sensación pendular de felicidad que nos vuelve inmunes al plomo de la rutina, al abrazo de los primeros amores, donde el tiempo se detiene... hasta que se va.  Desconozco el vocabulario certero y preciso con que describir la sensación de que los segundos perezosos se disfracen de siglos, o que instantes tan fugaces y pequeños que no cabe  siquiera el tiempo, ronden para siempre las periferias de la memoria, aquello que ahora parece no terminar jamás y que con el filtro de un recuerdo futuro será una huella amenazada por la crecida de un mar inmenso.
Lo rápido que llega un instante que no quieres que llegue, parece bastar a veces para que las horas se precipiten y caigan sobre ti, y cuando por fin llega el instante, entonces es un abismo a recorrer por los segundos que avanzan como caracoles.
Luego está la dicha, los aromas de mujer, el calor de los amigos, la sabiduría de un viaje, entonces el abismo es un puñado de arena que cabe en tus manos pero se cae en lo que aprehendes.
¿Cómo llamar a las horas que parecen largas y plomizas pero que igual se van?
¿Cómo a lo que se escurre entre los dedos como arena que quisiéramos retener, lo que se va inevitablemente?

Dos paradojas hijas de Cronos: lo eternefímero y lo efímeterno. La vida.

No es extraño

No es extraño que gritemos para dejarnos oír cuando más nos puebla el silencio, que digamos sí negando con la cabeza, que narremos lo incontable diciendo que no hay palabras para fluirlo, que el día que menos planes hacemos, sea un día en el que tanto descubramos.
No es extraño que dos miradas se huyan como método para buscarse, con el pretexto de encontrarse, que los disfraces no disfracen nada, que te mueras de frío mirando el mismo sol.

No es extraño que de noche, encuentren el alba tus ideas.

Amigos y balanzas

No tengo mejor amigo. Tengo una serie de amigos y uno es el mejor en escuchar, otro es el mejor en acudir siempre el primero, otro es el mejor en todo lo que puedes dialogar durante el silencio, y nadie, ninguno, es ni será nunca, el peor en nada. Otro es quizás un guardián de memorias compartidas, de lugares comunes, y otro es un mundo del cual  ignoras siempre por donde empezará.
 Conozco escapistas, prestidigitadores que acuden a tu señal sin  haber emitido antes señal alguna, soñadores que te hacen soñar y anclas que te mantienen con las alas en tierra. También hay que decir que conozco desertores, ilusionistas que se vuelven aire con  sólo mirar a otro lado, expertos en tu biografía antes de haber oído tu voz.
Hay quien es como árbol que jamás tendrá premura por moverse de su tierra, pero que siempre estará ahí para darte sombra y un apoyo donde recostarte a descansar, hay algún caminar demasiado rápido para aprehenderlo, para seguirlo, pero que de alguna manera está siempre en cada banco del camino en que necesites sentarte a respirar..
No hay mujeres perfectas, quizás unas manos nunca me hablarán como otros ojos me escuchaban, sin saber del todo si unas pupilas eran todas las preguntas o todas las respuestas.
 Quizás en un collage imaginario trazaré una huella imaginaria de aquella sonrisa, de aquel otro cuerpo, de aquella esperanza.
No entiendo esa obsesión por elegir tu mejor libro, la mujer que más quisiste, la canción que te marca …...........
¿Qué hago yo con sólo una pieza de un puzzle inmenso?
Nunca sabré cómo sabía lo que no supe nunca.
Esa canción que es la mejor para dormir sería molesta al alba, esa letra que siempre te recuerda a un instante preciso, a lo mejor no es precisa en este instante, esos versos como cicatrices pueden no ser un bálsamo ahora, pero lo son para el instante preciso.

Recuerda que las palabras son disfraces más o menos fieles de inquietudes, pesares, euforias y universos que nunca conquistará el diccionario.

Amar, temer, vivir

Amar, temer, vivir... A pesar de habernos inculcado estos verbos como el ejemplo de los verbos regulares, lo cual se cumple como mera conjugación sobre la insensibilidad inerte del papel, son los verbos que más denotan acciones irregulares, impulsivas, sin el sosiego de un ritmo estable.
Crecimos con la idea de que los verbos implicaban acciones, y también eso fue un engaño al que con el tiempo se le ha ido derritiendo el disfraz.
Se puede sentir amor sin hacerlo,  acaso hacer el amor sin sentirlo; el resultado del temor es muchas veces postrarse en la inacción.
¿Qué decir de vivir? El verbo que encierra lo más crudo y lo más apasionante, una suerte de aleación entre azar y recompensas, tropiezos, derivas, naufragios y gratitudes.
Nos enseñaron mal los verbos, a una edad en que ni sospechábamos que las cosas pudieran no ser cómo nos las han enseñado siempre, a una edad en que la realidad es lisa, sin aristas, ni matices.
Son verbos que necesitan del cuerpo, que se manifiestan en el cuerpo, sin tener porque ser verbos que el cuerpo manifieste, teniendo en cuenta que vivir no es sólo estar vivo, respirar, sino exprimir almíbar y veneno, que amar es un verbo irracional que no significa actuar, sino motor de ciertas acciones, que temer es un verbo indeseable y necesario, más sanguíneo que corpóreo, más de entrañas que de lengua.

Que vivir es elegir… en el intervalo… entre dos silencios que no eliges.

 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran