martes, septiembre 9

Cierta melancolía

Sin ayer no eres nada, pero solo de ayer no se puede vivir. Tal vez no tenga mucho futuro un presente que se sustenta únicamente en vivencias comunes si no hay experiencias nuevas. Quizá se va diluyendo el entusiasmo mientras revuelves cajones cerrados si no comienzas a llenar cajones vacíos con probables recuerdos para el mañana, si empiezas a asimilar que ya las palabras cuestan, que los silencios se eternizan, que las almas gemelas se han vuelto irreconocibles, que los caminos que tanto se cruzaban siguen llevando al mismo fin, pero se han vuelto líneas paralelas.
Sabes que sentir no se fuerza, sabes que no puedes anclarte a nada ni a nadie pensando solo en todo lo vivido en común si ya no sientes estar viviendo nada (como si caminaras por un hilo que siempre conduce a una vuelta atrás ), si ya has dejado de reconocerte en algunas voces reconocibles, en miradas que antes bastaban y que ahora son bocas mudas.

Sabes que sentir no se fuerza, que a veces desearías evitarlo, y también que tantas veces pensar con la cabeza es engañarte si la sensación sigue siendo más fuerte que todo aquello que te repites: que hay presencias que se han vuelto ausentes, que hay nombres a los que solo te unen historias del pasado, y que no puedes vivir solo de eso, de retomar continuamente recuerdos, de tener un ayer en común, si sientes que ya no hay nada en común.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran