Sin ayer no eres nada, pero solo de ayer no se puede vivir.
Tal vez no tenga mucho futuro un presente que se sustenta únicamente en
vivencias comunes si no hay experiencias nuevas. Quizá se va diluyendo el
entusiasmo mientras revuelves cajones cerrados si no comienzas a llenar cajones
vacíos con probables recuerdos para el mañana, si empiezas a asimilar que ya
las palabras cuestan, que los silencios se eternizan, que las almas gemelas se
han vuelto irreconocibles, que los caminos que tanto se cruzaban siguen
llevando al mismo fin, pero se han vuelto líneas paralelas.
Sabes que sentir no se fuerza, sabes que no puedes anclarte
a nada ni a nadie pensando solo en todo lo vivido en común si ya no sientes
estar viviendo nada (como si caminaras por un hilo que siempre conduce a una vuelta atrás ), si ya has dejado de reconocerte en algunas voces reconocibles, en
miradas que antes bastaban y que ahora son bocas mudas.
Sabes que sentir no se fuerza, que a veces desearías
evitarlo, y también que tantas veces pensar con la cabeza es engañarte si la
sensación sigue siendo más fuerte que todo aquello que te repites: que hay
presencias que se han vuelto ausentes, que hay nombres a los que solo te unen
historias del pasado, y que no puedes vivir solo de eso, de retomar
continuamente recuerdos, de tener un ayer en común, si sientes que ya no hay
nada en común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario