Hubo un porqué. Acaso se perdió. O no hubo siquiera que
buscarlo. Puede que estas no fueran las palabras precisas para esta hoja en
blanco. Los pasos son así, aunque huellas en la orilla por un mar borradas, se
dieron alguna vez, alguna vez sucedieron. Puedes disimularlas, pero eso no
impide que ya estuvieras ahí.
Eso que llaman destino no está ahí cuando uno llega, como
esperando desde siempre o después de nunca, acude cuando uno recuerda tal
palabra, tal gesto, tal mirada. Entonces cada destello parece una señal y cada
señal un empuje. También sucede estar como mirando otro horizonte y no ver más
allá, y entonces escaparse mil señales que nunca percibiste, de las que tuviste
noción cuando ya no lo eran.
A veces no hay que complicar las palabras, a veces hay que
ser un desertor de la estética y ser sólo un espejo del alma, llenarse de
tropiezos y de gloria, no cesar de buscar miel en el conformismo y en la
rebelión, ansiar el silencio helado y a veces querer no escuchar nada,
entenderse con un lenguaje de gestos transparentes.
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