martes, septiembre 9

Gracias


Comienzas a irte, me lo dicen tus ojos. Preparas la despedida, a tu edad es imposible engañarse, a mi edad es muy probable que suceda. A mi edad tengo un mundo por comerme y que me coma, a tu edad ya has digerido todos los naufragios, todos los amores, toda la sabiduría, todas las lluvias, todos los abrazos del mundo para que de niño y de hombre mi mundo fueran tus brazos.
Supongo que a mi edad el carpe diem debe ser casi una religión, y que a la tuya comprendamos que las frases hechas tienen una segunda parte que a mi edad no queremos conocer, pero sin ellas quizás no podemos vivir lo que con palabras queremos decir.
Ojalá me equivoque, pero a tu edad y a la mía, sabemos que hay ilusiones imposibles….como no morir.
Pero a tu edad y la mía sabemos que no te irás, que cuando te vas te quedas de otra forma, moviéndote ante unos ojos que no miran para afuera, bailando libres de la edad tus piernas, intacto el mundo que ahora, que siempre, me ha mirado desde tus ojos azules, desde el mar de mi descanso.
No son presagio estas palabras, son reflejo de lo inevitable, de una sensación inefable e indiscutible, de palabras de tus ojos que no quiero escuchar, pero que tú has comenzado a decir.
Mis palabras nunca harán justicia a tu calor, ni ahora ni después, quizás las póstumas gratitudes sean más fáciles, y creo que gracias es lo que debí decirte siempre, ahora y todos los días hacia atrás.

Las gratitudes póstumas implican adiós, y yo no puedo decirlo……….porque no te irás nunca.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran