Lo ideal sería que yo me desdoblara, que tú fueras esa parte
de mí que para compensar los atardeceres prefiriese los charcos de lluvia. Pero
tu ideal es tal vez que otras pupilas miren, junto a las tuyas, más gotas de
invierno. Lo ideal sería que mi ideal no choque con el tuyo, y quizás más
importante, que tu ideal no choque con el mío. Te hablo de después, de más allá
de esta ciega fiebre inicial en que cualquier caricia es el amor, o más bien,
parece el amor. Te hablo de ese tránsito inmediato e imperceptible en que ya
sabemos si yo soy yo, si tú eres tú, o esas ilusiones de lo que esperábamos que
cada uno fuera.
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