martes, septiembre 9

Mirar la tarde

Colgaste de las paredes fotografías que luego apenas mirarías. 
Y sin embargo notabas su hueco apenas faltaban, 
como si entre respirar y respirar te faltara un latido, 
como todo lo que no percibes estar pero cuya ausencia se nota al instante.
Y ahora te vas, y comprendes que tal vez estaban ahí para detonar en el presente instantes que guardados dormían en cada entonces, y asimilas todo lo que puebla el hueco que dejan en las paredes, ese contraste con las franjas de pared desnuda que ahora descubres que se han vuelto amarillas, del humo, de la vida, de tantas veces mirarlas sin verlas, de tantas otras perderte en sus paisajes que siempre son paisajes de algún ayer.
 Y ahora te vas, y descubres que irse es volver a llenar los cajones de aire, dejar que el polvo reconquiste su imperio silencioso, cerrar la puerta y partir en busca de otra ventana desde la que mirar la tarde.
El tiempo hará como si no hubieras estado aquí, llenará el territorio de las paredes con a desnudez otras risas, con otros sueños, con otras nostalgias que se descuelgan solas,, dibujará en la baranda la silueta de otro alguien que mira la misma tarde que es otra.

Quizás esa es la imagen del presente: la silueta de alguien que sin prisa mira la tarde, sea ahora, sea mañana, o sea en una de esas fotografías que siempre hablan de ayer, que solas se descuelgan de las paredes recordándote que quizás este instante sea también una fotografía que mañana mirarás mientras se duerme la tarde.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran