martes, septiembre 9

Una estación

Nuestra propia memoria juega al escondite con nosotros. Dentro de un hueco hay otro hueco, y dentro de este mil cajones repletos de olores, canciones y fotografías. Y hoy sales tú, sin tu nombre que se ha ido, con tu mirada azul y una rebeca gris que quizás nunca fue gris. Resulta extraño comprobar cómo en la memoria dibujamos los rostros empezando siempre por las miradas.
  Nunca nos veremos otra vez, o quizás en otra estación cualquiera no nos reconozcamos, tal vez entonces pasemos de largo, sin tentarnos a parar.
Puede que no, que en un instante nos miremos a los ojos y nos agite esa sensación de que esos ojos se han mirado antes, pero no más.

Principio de verano, recién nacido siglo, algún lugar de Escocia. Desconozco en que cajón de mi memoria residen tus ojos, ignoro que estímulo les ha dado vida, por qué hoy, que no hay nada evocador, regresas a mi recuerdo, para irte otra vez a dormir durante un tiempo indefinido, como te fuiste todo estos años, como dos seres que se encuentran cuando se buscaban a sí mismos y siguen de largo, cada uno en su tren, cada uno hacia su próxima estación. 
O tal vez quedarnos un día más.
Porque tus ojos me seducen, porque mis ojos te tientan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran