martes, septiembre 9

Viseras contra el brillo de la luna

No hay nada más peligroso que la ignorancia activa - Göethe

Hay ahora una tendencia juvenil a convertirse en perdonavidas, a dejar por donde quiera que vayan la noticia de su llegada, hay una costumbre creciente a ser hormigas en soledad y verdugos en compañía,  a llevar peinados que parecen inspirados en esos garabatos que en el colegio dibujaban los niños que, aunque no lo sepan, aún no han dejado de ser, sin razón, sin cultura ni cordura, sin madurez.
Son los aniquiladores del respeto, del silencio, les gusta hacer saber al prójimo qué música llevan en todo momento en sus cohetes de cuatro ruedas, buscando la semilla de la violencia gratuita en una simple mirada, en un simple gesto, en simplemente ir andando y... pasar por la calle que es de ellos.
Un día retarán a la lluvia porque moja, al viento porque se lleva sus gorras, su emblema, su amuleto, al cielo porque es azul, y si no porque es negro. Son como abejas que aisladas del enjambre pierden su aguijón, si una se posa sobre ti, vendrán todas detrás, sin saber, sin preguntar.
Buscan, siempre, estar con alguien para ser alguien, les está prohibida cualquier palabra que pueda delatar un atisbo de belleza, de poesía, de amistad, de amor, son el eslabón perdido de una educación que los que nacimos un poco antes mayoritariamente conservamos,  y su forma de ser ya se ha convertido en una forma de vivir, de actuar de hablar, de caminar por un mundo que creen suyo y que un día se desmoronará, entonces sus viseras no podrán defenderles del brillo de la luna.
Sólo espero que sea esta la primera y última vez que mis palabras les

dedican su aire, su tinta, su tiempo.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran