No hay nada más peligroso que
la ignorancia activa - Göethe
Hay ahora una tendencia juvenil a convertirse en
perdonavidas, a dejar por donde quiera que vayan la noticia de su llegada,
hay una costumbre creciente a ser hormigas en soledad y verdugos en
compañía, a llevar peinados que parecen inspirados en esos garabatos
que en el colegio dibujaban los niños que, aunque no lo sepan, aún no
han dejado de ser, sin razón, sin cultura ni cordura, sin madurez.
Son los aniquiladores del respeto, del silencio, les gusta
hacer saber al prójimo qué música llevan en todo momento en sus
cohetes de cuatro ruedas, buscando la semilla de la violencia
gratuita en una simple mirada, en un simple gesto, en simplemente ir andando
y... pasar por la calle que es de ellos.
Un día retarán a la lluvia porque moja, al viento porque se
lleva sus gorras, su emblema, su amuleto, al cielo porque es azul, y
si no porque es negro. Son como abejas que aisladas del enjambre
pierden su aguijón, si una se posa sobre ti, vendrán todas detrás, sin
saber, sin preguntar.
Buscan, siempre, estar con alguien para ser alguien, les está
prohibida cualquier palabra que pueda delatar un atisbo de belleza, de
poesía, de amistad, de amor, son el eslabón perdido de una educación
que los que nacimos un poco antes mayoritariamente conservamos,
y su forma de ser ya se ha convertido en una forma de vivir, de
actuar de hablar, de caminar por un mundo que creen suyo y que un día se
desmoronará, entonces sus viseras no podrán defenderles del brillo de la
luna.
Sólo espero que sea esta la primera y última vez que mis
palabras les
dedican su aire, su tinta, su tiempo.
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