Hoy quiero romper todos los espejos cóncavos con besos en que mi cara no parezca yo, librarme de cualquier motivo para buscar motivos, quitarle el eco de mi voz a palabras que no son mías, volver poco frecuentes los lugares comunes, el miedo al miedo de tener miedo, mirar fotos de ayer para no olvidar cuánto de mí cabe en el equipaje del viaje hacia mañana, llevarme al niño, llevarme a mí, preparar la bienvenida para el anciano que algún día llegará para preguntarme cómo tracé su camino. Hoy voy a dormir conmigo aunque estés a mi lado, hoy voy a dormir conmigo, aunque no estés.
Hacer un inventario de cosas que olvidar, un cofre de experiencias, dejando hueco para tesoros por llegar, un témpano para congelar el aprendizaje de un futuro pasado, y si me quedan manos, espejos reticentes a ser empañados, un pincel para matizar las cicatrices, y un lápiz para llegar lo más cerca posible de la frontera donde acaban los renglones y comienza lo inefable.
El miedo al frío se combate desnudándose, el miedo al error se combate tropezando, el miedo a saber se diluye escuchándote, y a veces, lo que escuches será todo lo que tengas que saber.
La cosa está en saber si es la voz de la cabeza o la del corazón pues de tanto tiempo debatiéndose hablan con un timbre casi idéntico, y tú, al final, eres la conclusión transitoria de esa perpetua discusión.
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