jueves, octubre 6
No sé quién pinta los cuadros en el lienzo de la memoria; pero sea quien fuere, lo que pinta son cuadros. Con lo cual quiero decir que lo que allí deja con su pincel no es una copia fiel de todo cuanto ocurre. Él coloca y quita según sus preferencias. ¡Cuántas cosas grandes hace pequeñas y cuántas pequeñas hace grandes! No tiene resquemor alguno en poner en el fondo aquello que estuvo en primer término, ni en traer al frente lo que estuvo detrás. En una palabra, está pintando cuadros y no escribiendo palabras.
Así, pues, mientras que en el exterior de la Vida pasa la serie de acontecimientos, dentro se está pintando un juego de cuadros. Los dos sucesos se corresponden, pero no son uno.
No tenemos tiempo libre bastante para ver a conciencia este estudio que tenemos dentro. Partes de él atraen nuestra mirada de vez en cuando pero su mayor parte está oculta en la oscuridad. ¿Por qué estará pintando siempre el atareado pintor? ¿A qué galería están destinados sus cuadros? ¿Quién podrá decirlo?
El camino por el que viajamos, el albergue de paso en que nos detenemos, no son cuadros mientras aún viajamos, por demasiado necesarios y evidentes. Sin embargo, antes de retirarnos a la casa en que hemos de descansar en la velada, miramos atrás: a las ciudades, los campos, los ríos y los montes por los que hemos pasado en la mañana de la Vida, y entonces, a la luz del día que pasa, se nos aparecen como cuadros de verdad. Así, pues, cuando llegó mi ocasión, miré atrás y me arrobé.
¿Despertó en mí ese interés solamente por un natural cariño hacia mi propio pasado? Algún sentimiento personal, es claro, debe de haber habido, pero los cuadros tenían también un valor artístico propio e independiente. No hay acontecimiento en mis recuerdos, digno de ser conservado toda la vida. Pero la calidad de un asunto no es la única justificación para un registro. Lo que verdaderamente se ha sentido, si sólo puede hacerse sensible a otros, siempre es de importancia para nuestros semejantes. Si los cuadros que han tomado forma en el recuerdo pueden ser sacados a luz en palabras, merecen un lugar en la literatura.
Como materia literaria ofrezco, pues, mis cuadros de recuerdos. El conceptuarlos como un intento de autobiografía sería una equivocación. Vistos de tal manera, estos recuerdos parecerían inútiles a la par que incompletos.
Rabindranath Tagore. Calcuta, 1861-1941.
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