domingo, diciembre 18
El azar guarda sorpresas tan caprichosas que hace pensar en algo escrito.
Escuchamos una melodía que llega desde algún lugar impreciso y nos encontramos a la persona que la música nos trae a la memoria.
O soñamos con alguien a quien no hemos visto hace años y nos cruzamos al día siguiente en la esquina más inesperada.
Y entonces, con la vista atrás, reconocemos las señales que encontramos en los sueños, en las canciones, en las palabras rescatadas de algún libro, o llegadas de alguna voz, que son el espejo preciso de lo que ahora nos ocurre.
No creo que el Universo, vetusto y gigante, se vaya a detener para advertirnos de algo.
Hay momentos de nuestra vida, en que nos estremece la idea de que si la escribiésemos como una novela, habríamos elegido pasajes que hubieran sucedido de un modo casi idéntico.
La mayor parte de los días se diluyen en la memoria, un porcentaje enorme de los momentos se olvida.
La idea de que todo pasa por algo nos deja la de que ignoramos el algo por el que pasan.
Y no pudiendo demostrarlo no podemos tampoco debatirlo.
No podría un guión del destino dejar tantas lagunas.
Y además, la vida siempre se escribe hacia atrás, porque es hacia donde miramos para comprenderla.
O al menos intentarlo.
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