La mirada, si te fijas bien, es la misma. Lo que ocurre es que en
las fotos puedes mirar tus propios ojos detenidamente, tanteando ese
atisbo de búsqueda, o quizás de expectativa. Lo que cambia es cierto
matiz, algún boceto de arruga aún por trazar, alguna pregunta que acompaña
o es seguida por la mirada, esa constante búsqueda, esa incesante
espera. Pero, ¿y tus ojos- son los mismos - que miran al niño- que
con sus ojos- mira los tuyos? ¿Hasta qué punto eres tú y ya no? Por
un instante hasta se te ocurre que te sacaste esa foto para mirarte desde
ella treinta años después. Hay algo en tus ojos que se parece a ti, algo
de los sueños que aún tienes y nada de desesperanzas que aún no
conocías, una antesala de tu propia biografía. Tal vez sea eso en lo que
tus ojos no han cambiado, esa suerte de bosquejo de ti mismo que se intuye
en el fondo de tu mirada.
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