La soledad es otra cosa. Está llena de mitos, del placer que
da a veces no dar explicaciones, de no encontrar tiempo para diseñar horarios.
Está llena de compañías efímeras, de no saber que día ni que nombre amaneció
a tu lado un pelo dorado, unos ojos verdes, negros o cerrados, una
piel tersa o simplemente nadie, o simplemente un hueco con tu mano llena
de sábana vacía.
Está llena de revolverse, en ese tránsito impreciso entre
seguir dormido y despertarse, para ejecutar la costumbre de abarcar el mundo de
tu cama… y hay alguien.
Está llena de abrazar algo que sueñas y al despertar…. no
hay nadie.
La soledad está llena de tiempo que no corre. La soledad
está llena de tiempo que pasa como si nada. La soledad está llena de tiempo que
pesa más que todo. El tiempo es tan rápido que nunca estuvo y tan lento que ha
estado siempre.
Está llena de palabras que llenan tiempo pero también
de conversaciones con el silencio, de estar lo más cerca posible de alguien a
ser dos seres extraños sobre una sabana común, de no sabemos quienes somos y ya
llegamos al final, porque hay historias cuyo principio es terminar, y de
historias que nunca empezaron y debieron ser interminables, de nostalgias sobre
todo los domingos por la tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario