Hay amistades que la distancia no rompe. Hay otras para las que no hace falta distancia, solo tiempo, que es otra acepción de la distancia.
Y quizá no es tanto que se rompa, sino que se va como vino, con el imperceptible susurro con el que una ilusión se desvanece.
Hay afectos que se disipan como estaciones, basta un poco de silencio para que el silencio se perpetúe .
Hay silencios que abren la boca en el momento oportuno, y promesas para las que el momento oportuno siempre halla una excusa. Hay compañías que solo te buscan cuando se quedan solas.
Hay fotos de tu vida que son solo eso: fotos, pasado, recuerdo. Algunos que siguen pero no los sientes estar, otros que no ves pero siguen, promesas y certezas, lealtad y cortinas de humo.
A veces de pronto sientes (aunque quizá no es de pronto) despoblados los lugares comunes, un ayer cansado de no añadir historias al ahora, el sentimiento vacío del aire donde te dijeron que habría un hombro, una mano, unas alas, música.
Es el tiempo el que te dicta, en la amistad, quiénes son finalmente tus compañeros de viaje y qué paradas son solo estaciones de paso.
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