Alguna que otra mañana parece que tus ánimos se quedan durmiendo mientras tú ya has comenzando a andar, conociendo hacia dónde, ignorando por qué.
Alguna mañana, no sabes si por prisa, sales al mundo aún con la noche en tu interior, con demasiada pereza como para correr y mucho sueño como para vivir, con demasiada extrañeza como para preguntarte y demasiado silencio como para buscar respuestas, con esa sensación de ser un bocado para el mundo. Vas a gritar y tu garganta se ha vuelto muda, quieres huir y tus cadenas son lo que quedó de tus alas.
Pero cuando deja de obsesionarte el horizonte es cuando te das cuenta que en realidad ya has llegado y lo único que ha ocurrido es que has dejado dormir tu paciencia.
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