lunes, junio 6
Y ahora vengo a descubrir que a veces los oídos son más precisos que los ojos para ver al otro, que una mano en el hombro, a tiempo, adormece el vaivén desordenado de palabras no dichas que componen el puzzle de los silencios, que tropezar puede ser la forma que siempre buscaste para aprender a andar sin tropiezos, que caer de cara sobre el fango puede darte una mirada nueva con que ver el cielo abierto después de haber llovido tanto adentro.
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