jueves, octubre 6
...y nos dispersamos.
Siguiendo el tren de vida que hace que la vida se nos vaya en tren.
A ver si nos vemos.
Un día quedamos.
Y sabemos lo que es perdernos cuando volvemos a encontrarnos y nos decimos sin palabras, con una confirmación ansiada por los ojos, cuánto has cambiado pero sigues siendo tú.
Alguna cana, progenie o su ausencia, el pasado que nos ha crecido, distintas rutinas creadas para despistar a la sensación de rutina.
Y es que lo sabemos, pero como esas cosas que de tanto saberlas dejamos de pensarlas detenidamente, lo mejor del camino (de lo peor no vamos a hablar ahora) es la gente, los compañeros de huella.
Pero es que el camino se ensancha, trazado a veces según la forma de los moldes.
Y es fácil perderse, ir dejando que lo realmente importante se pueda postergar por lo obligatorio, y quizás pensar con esto que deberíamos tomarnos como obligatorio, lo realmente importante.
Grabarnos a fuego una ley que prohíba los intervalos demasiado largos con que distanciar los reencuentros.
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