viernes, marzo 9

Es extraño. Todos decimos saber más de lo que sabemos y ser menos frágiles de lo que somos.
Nadie nos la cuela y nada nos afecta.
Reconocemos menos la fragilidad adivinable que la experiencia indemostrable.
Corazas. Veo corazas. Y la primera en mi espejo.
Proclamando ser tan fuertes pulimos la corteza que nos solapa la debilidad.
Repetimos al oído ajeno nuestra entereza, nuestra seguridad, lo que sabemos.
No solemos reconocer lo que ignoramos.
Y es curioso. Porque está claro que hace falta gente lista, pero de lo que hay crisis es de sensibilidad. Si congeniamos es más por lo que somos, por una forma más o menos afín de ser lo mismo de forma distinta.
Donde hay escudos es que hay algo que defender.
Donde hay cortinas, es para tapar espejos que nos reflejen, que nos hagan visibles, que nos descubran.
Más seguro es no mostrarnos, conjugarnos con el verbo deber, calibrando las palabras y las poses, para parecernos a nuestra imagen más de lo que nuestra imagen debiera parecerse a nosotros.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran