domingo, diciembre 18



Hoy estuvimos hablando de ti, de como pasa el tiempo (sobre todo para los que se quedan).
Hoy hablamos de tu casa de aquí, del pasillo que es la imagen inherente en mi memoria a la palabra infancia.
Aún me siento tentado a tocar la ventana al pasar por Anchieta 6, a ver si el tiempo fue solo un sueño y al despertarme me abres la puerta.
Hoy hablamos de tu ciudad, de la que tanto nos contaste entonces, esa ciudad que para nosotros es más un estado del alma que un entramado de calles.
Esa ciudad de la que trajiste, tus fotos, tu alma, tus recuerdos de una infancia que yo siempre imaginé en blanco y negro.
Hoy estuvimos hablando de ti, y como un acto reflejo emocional, mi memoria corrió a abrir las gavetas de los recuerdos dormidos, en el patio en que cuando pequeño descubrí lo que era la imaginación, aunque solo años después supe que tenía ese nombre.
El escenario de mis castillos, de mis barcos piratas, un páramo infinito, un muro a diez metros que parecía el horizonte.
Hoy estuvimos hablando de ti.
De como pasa el tiempo.
Y una foto del lugar al que siempre acudo, como a un santuario, como un ritual secreto, cuando vuelvo a tu ciudad, ha despertado en mí, las ganas de escribirte.
La necesidad de escribirte.
Y es como la sensación que tengo al pasar por tu ventana.
La sensación de que aunque no estés, como que tengo que pasar a saludarte.

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 Los recuerdos son espejos  de las cosas  como eran