Tener la
paciencia del alfarero, recorrer con mis manos tu cuerpo como si lo estuviera
creando.
No pensar en
el tiempo, sentir que ha pasado de largo mientras me muero de insomnio entre
tus brazos, indagar rincones de tu piel donde mis dedos no han viajado, que ni
un poro de tus parpados dormidos se quede sin la tiritante huella de mis
labios.
Vivir un día
en que no venga la noche, que dure más tiempo que un día, que años, que al
despegarte sigas sintiendo mi abrazo, que al evadirte mis caricias te lleven de
viaje, que tu olvido nunca tenga noticias de mí.
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