De esas mañanas en
que el espejo, a la altura de los ojos, alza una
mirada escrutadora que parece estar esperando que llegues y
te reconozcas. De esas mañanas en que los ojos no
están para preguntarse qué carajo expresan, si acaso a esta hora
nomás están aún semisoñando, se miran, se ignoran, como
desconocidos de hace tiempo.
De esas
mañanas de secreta rebelión contra lo cotidiano, rebelión
ahogada con el agua que corre por la cara, disolviendo el
desafío contra la rutina... hasta mañana.
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