El problema quizá está ahí.
Cada día que vives es el primero.
Y no quiero venderte el carpe diem, ni manuales de como quererte más o de cómo llenar tu vida.
Ejemplo de nada soy, solo de que es posible ( casi siempre también yo lo olvido), vivir en otra piel.
Y sabes que es verdad a medias que solo exista el presente.
Porque la otra mitad es lo que traes contigo: los significados y los vacíos, los renacimientos y las cicatrices, los vaivénes y las vueltas.
Créeme (también yo lo creo), sería cansino repetírtelo cada día, pues tú y yo sabemos, que debemos ocupar nuestra rutina de cosas que no nos gustan tanto, para romperla haciendo lo que realmente queremos.
Lo que quiero decir, sin caer en la soberbia del consejo no pedido, es que te pares a pensar en todas esas frases que proclamas, al menos de cuando en cuando, lo suficiente para leerlas en ti como un probable espejo.
Que no te empeñes en ser de hielo si por dentro ardes, no te vendas postales del paisaje que no eres ni poses en las que no encaje tu sombra.
Desaprende la conjugación de aburrirse, porque hay demasiado para tan poco tiempo.
Y no delegues todo el sentido al repertorio de frases hechas, a las tópicas moralejas trucadas de los finales de película donde la música siempre encaja.
Olvida como suenan, y piensa otra vez lo que dicen.
Los moldes no son espejos sino espejismos.
El paisaje son los ojos con que lo miras.
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