Me enervan los flecos por cortar, las puertas entreabiertas, los umbrales en que no estás ni del todo dentro ni del todo fuera, a medias en algo y sin los dos pies del todo aquí o del todo allá.
Me abruma sentir la totalidad de lo incompleto, los matices indecisos entre un color y otro, las palabras insuficientes y los silencios excesivos, lo que parece y no termina de ser, lo que es y no termina de estar.
Me dejan más frío los abrazos que no abrasan, las llamas sin luz, el conformismo que disfraza la ilusión de la felicidad, los puentes que tiemblan y no terminan o de quedarse firmes, para pasar, o de derrumbarse, para saltar.
Me dejan mudo, los oídos ciegos, los ojos que quitan la mirada para no escuchar, las preguntas que no esperan respuesta sino que quieren confirmar las ideas que traen.
Me resisto a que cierren el paso las heridas abiertas, a que el ruido se coma la música, a que las brújulas se obstinen en un norte y dejen de mirar, como sale el sol.
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