lunes, diciembre 19
Me resisto a pasar por la vida sin hacer el más mínimo ruido.
Y escribir no es otra cosa que mi forma de romper el silencio.
Asumo que seré cuando me vaya no más que una mota de polvo, un suspiro cósmico, un milímetro apenas de una de las piezas infinitas que se diluyen, como bruma transitoria, sin llegar de ningún lado y despareciendo como lo que nunca estuvo, en el olvido de la historia.
No hay pretensión ni esperanza de que mis palabras rebasen los límites de mi espacio en el tiempo, pues no soy más que una forma propia irrepetible (como tú, como todos) de ser algo parecido a lo que tantos otros fueron.
Un buscador de sentidos.
Un arrendador de mi cuerpo para que ocasionalmente se aloje la pereza.
Un poeta.
Un caminante sin brújula en atajos de norte perdido.
Mis sueños ya fueron de otros, pero esta es la única vez que los soñaré yo.
Viviré las cosas que otros ya vivieron, pero jamás en el mismo momento en que se viven las cosas.
Los dardos del azar ya dejaron cicatrices antes, pero esta es la única vez en que se adosan a los moldes de mi adentro.
Heredamos las preguntas de siempre con los ojos del nunca.
Mis recuerdos en cambio no se repitieron jamás en otra memoria, y nadie sin ser yo, podrá jugar con ellos. Mirarlos, mimarlos, querer que vuelvan, desear que se vayan.
Convertirlos en escritura…
Y sin embargo son tantas las veces, en que a pesar de saber todo esto, parece que viviera más como quien lo ha olvidado que como quien lo recuerda.
Y se deja llevar por esa tendencia a no dejarse simplemente llevar.
Y se deja noquear por la resignación ante la idea de que esto es simplemente un tránsito entre dos silencios.
No es ya tanto, te digo, por pensar que el futuro después de ti pueda esquivar tu huella, sino por decirte a ti mismo que hay algo ahí dentro.
Que hay alguien dentro.
Algo más que un mero latido de obsolescencia programada, un sobresalto que eluda la sensación de línea recta.
La oportunidad de intentar parecerte a esas frases y tópicos que disparas con la esperanza inconsciente de que por decirlas queden más cerca.
Y esto pasa.
Pregúntate aunque no entiendas.
Asómbrate aunque te acostumbres.
Deja algún escudo en tregua, algún resquicio de la corteza abierto a la opción de emocionarte.
De no conformarte.
De dudar.
De no dejar de querer aprender
Así sabrás, no solo que vives.
Si no que estás vivo.
Que aunque parece lo mismo, no lo es.
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